La Espada Lobera: "Nuevo cerco a Numancia".

"Nuevo cerco de Numancia"

"Primavera de 136 a. C. Tras un invierno terrible a las puertas de Numancia, el cónsul Hostilio Mancino pierde los nervios ante el rumor de que las huestes vacceas de Pallantia marchan en socorro de los numantinos, abandonando el campamento de noche. Su huída no dará resultado, ya que es descubierto y rodeado en un desfiladero cercano. El cónsul no tiene otra opción que rendirse con sus 20.000 legionarios ante una fuerza numantina de 4.000 hombres. Poco después, Emilio Lépido, sustituto de Mancino, decide por su cuenta y riesgo atacar Pallantia, acusando falsamente a los palentinos de haber suministrado víveres a los arévacos. Pero, las alianzas vacceas permitieron resistir al invasor. Los romanos, muy debilitados y mal pertrechados, se retiraron abandonando a heridos y enfermos. Los palentinos, aprovechándose de las circunstancias, salieron y destrozaron a los romanos. El destino de Pallantia y Numancia siempre estuvo ligado durante el transcurso de las guerras celtibéricas. Desde 154 a.C., cuando Roma declara la guerra a Numancia, los ataques contra dicha villa se veían habitualmente acompañados de razias contra Pallantia. Como ejemplo, podríamos citar el injustificado sitio al que sometió Lúculo a Pallantia, que, según Apiano, era muy famosa por la valentía de sus hombres y por sus riquezas. Esa fama despertó la codicia de Lúculo, que atacó pensando en un gran botín. Pero, la caballería palantina no dejó de acosarle en ningún momento, impidiéndo abastecer de alimentos a sus soldados. Sin medios de subsistencia para la tropa, Lúculo tuvo que replegarse hasta el río Duero con el ejército formado en cuadro, debido al hostigamiento vacceo. Así, tuvieron que pasar veinte años desde el inicio de las hostilidades, para que la República de Roma tomase conciencia de la afrenta que suponía la resistencia de Numancia. Fue entonces, cuando la plebe reclamó que se hiciese cargo de la campaña Escipión “el Africano”. Nada más arribar a la Península, puso orden en las legiones que se encontraban ya en Hispania, expulsando a las prostitutas de los campamentos e imponiendo una dura disciplina. Para afrontar un largo asedio, decidió que sus tropas se aprovisionasen de trigo en las cercanías de Pallantia. Después de un duro día de recolección, un nutrido grupo de vacceos se lanzó sobre ellos provocando el pánico en las filas romanas. Al tener noticias de la escaramuza, Escipión dirigió a su caballería contra los palentinos, que se escondieron en la espesura de un bosque. La caballería se introdujo en el mismo y, al llegar a un acantilado, miles de guerreros vacceos ocultos en la arboleda atacaron a los jinetes romanos. Tuvo que ser Escipión en persona quien evitara el desastre propiciando un pacto de no agresión. No tuvo tanta suerte Numancia, que fue rodeada con una empalizada de diez kilómetros de radio. Pese a la dura defensa de los arévacos, tras quince meses de asedio y hambre, tras quince meses de lucha sin cuartel, tras quince meses de penurias y enfermedades, el asentamiento fue tomado por Escipión. Y ahora, 2.142 años después, las ruinas de Numancia vuelven a estar cercadas por un moderno invasor: La especulación urbanística. La Administración pretende construir un polígono industrial innecesario que provocará una irreparable destrucción medioambiental y paisajística, con graves repercusiones sobre los restos arqueológicos de Numancia. El proyecto continúa, a pesar de los informes negativos emitidos por multitud de autorizadas instituciones como la Real Academia de la Historia y la Academia de Bellas Artes de San Fernando y de la campaña liderada por la UNED. Una vez más, los palentinos no podemos abandonar a su suerte a los sorianos y debemos ayudarles para que tal asedio del siglo XXI no se lleve a efecto. No podemos permitir que las ruinas de Numancia sufran un nuevo cerco.”

Columna publicada en el periódico "Palencia siete" la semana del 29 de mayo al 4 de junio de 2009.

La Espada Lobera



“Fijo, vos sodes el postrero fijo que yo hobe de la Reina Doña Beatriz, que fue muy sancta et muy buena mugier, et sé que vos amaba mucho. Otrosí, mas non vos puedo dar heredat ninguna….. mas dovos la mi espada Lobera, que es cosa de muy grant virtud et con que me fizo Dios a mi mucho bien”. Con estas palabras entregaba en herencia el Rey Fernando III el Santo (en su lecho de muerte) su preciada espada Lobera a su hijo menor, el infante Don Manuel. Y es que razones tenía San Fernando para querer esa espada que de joven buscó en la tumba del Conde Fernán González en el monasterio de San Pedro de Arlanza (Burgos), pues la Lobera fue fiel compañera en su glorioso camino, le sirvió de altar en sus oraciones, y de cetro justiciero en sus labores reales. La importancia de la Lobera, no se queda solo en el hecho de ser el símbolo de poder de dos personajes históricos de la talla del Rey Santo y del primer Conde de Castilla (que no sería baladí). Su verdadera mística va mucho más allá, ya que con ella, sus dueños no conocieron derrota frente al infiel, ni desordenes en sus reinos, ni injusticia en sus deberes que les demande la Historia. Con la Lobera venció el Conde Fernán González a las tropas del Califa Abderramán III, en Simancas (939), en Sepúlveda (940), y en San Esteban de Gormaz (955), y fundó el condado de Castilla, germen del que fuera posteriormente el más vasto reino que el mundo haya conocido. El Rey Santo, por su parte, reconquistó con ella los reinos de Córdoba (1236), Murcia (1243), Jaén (1246) y Sevilla (1248). Y con la Lobera, ya convertida en icono eterno, también unificó para siempre los reinos de Castilla y de León; siempre fiel a ese comportamiento cristiano que no sólo le convirtió en Rey victorioso, justo y Santo, sino que le concedió el sobrenombre de “Campeón invicto de Jesucristo” –título otorgado por el Papa Inocencio IV-. De la importancia que esta espada cristiana tuvo para sus dueños, son buenas muestras las imágenes que de ambos han pasado a la posteridad, siempre empuñándola como representación de poder y justicia sustituyendo al clásico cetro. Tampoco podemos olvidar que gobernantes de la talla de los Reyes Católicos y sus descendientes Carlos I y Felipe II la quisieron siempre cerca como símbolo del poder que representaban. Actualmente la milenaria Lobera descansa en la Capilla Real de Sevilla junto al cuerpo de su Santo dueño, y aunque ya no es utilizada para los menesteres para los que fue forjada, una vez al año, en el día de San Clemente, es paseada por la Catedral hispalense en recuerdo del día en que fue reconquistada por la Cruz la capital andaluza, siendo esta hoy en día la más añeja procesión de cuantas tenemos en España. Y como nunca es mal momento para sacar a relucir un símbolo de esta envergadura, utilizando estas líneas que tan generosamente nos cede a la “Asociación Cultural Tradicionalista Fernando III el Santo” el semanal “Palencia Siete”, hemos creído oportuno titular este espacio de opinión con el nombre de esta espada-cruz que tan buen servicio hizo a nuestro santo protector. “La Espada Lobera” intentará cubrir el hueco de la opinión fundamentada en la Historia, dando un punto de vista diferente, conjugando el pasado y el presente. Una columna de opinión que se base en lo que fuimos y en lo que debemos ser.

11/06/2009
Luis Carlón Sjovall
A.C.T. Fernando III el Santo
La Espada Lobera es una columna de opinión que la A.C.T Fernando III el Santo publica mensualmente en el periódico semanal "Palencia siete". 

Fernando III el Santo


Fernando III el Santo


Nace el año 1201 en un lugar de Zamora donde posteriormente se alzaría el Monasterio de Valparaíso. Hijo de Alfonso IX de León y doña Berenguela, hija del rey Alfonso VIII de Castilla. Sus posibilidades de reinar son prácticamente nulas (tiene un hermano mayor también llamado Fernando –que fallece en 1211-) tanto en Castilla donde Enrique I es el sucesor de Alfonso VIII, como en León donde Alfonso IX se siente más inclinado a dejar el trono a una de sus hijas nacidas de su anterior matrimonio con Teresa de Portugal. Inocencio III declara nulo aquel matrimonio, pues doña Berenguela es sobrina de Alfonso IX, y sin embargo legitima el hijo de éstos. A los diez años peligra su vida. No puede dormir ni comer. Doña Berenguela coge al niño en sus brazos, llega al monasterio de Oña, reza, llora durante una noche entera ante la imagen de la Virgen "y el menino empieza a dormir, et depois que foi esparto, luego de comer pedía". A partir de entonces le acompaña siempre la fortuna. Una teja hiere a su tío, Enrique I, mortalmente en la cabeza, mientras juega con unos muchachos de su edad en el patio del Palacio Episcopal de Palencia. Berenguela es reina de Castilla. Avisado por su madre, Fernando se reune con ella y juntos marchan hacia Valladolid. Allí Berenguela recibe el reino que le pertenece por herencia e inmediatamente renuncia a él en favor de su hijo. El rey cuenta con dieciocho años. Poco después, en las Huelgas de Burgos, el obispo Don Mauricio le ciñe la espada de Fernán González y le arma caballero. Fernando vence a Alfonso IX, quien aliado con la poderosa familia de los Lara, intenta arrebatarle el reino por la fuerza, estimando que le corresponde a él por matrimonio. Fernando III casa en 1219 con doña Beatriz de Suabia, hija del emperador de Alemania. Berenguela había firmado durante su regencia una tregua con los almohades el 1215 y la renueva Fernando el 1221, puesto que necesita la paz externa para terminar de ordenar los asuntos del reino. En 1224, se produce el fallecimiento de Yusuf II y con este hecho sobreviene también el final de las treguas acordadas con Castilla. Fernando III ha conseguido la pacificación de su reino y está más que dispuesto a pasar a la ofensiva contra los almohades. En cuanto a Alfonso IX de León, deja dispuesto en 1229 que, a su muerte, violando el derecho sucesorio, el trono de León recaiga en sus hijas Sancha y Dulce, nacidas de la unión con Teresa de Portugal. Alfonso IX muere el año 1230. Una vez más, la extraordinaria habilidad de Berenguela va a salvar la situación en beneficio de Fernando III. Entrevistada con Teresa de Portugal, logra que Sancha y Dulce renuncien a las concesiones del testamento de su padre a cambio de cuantiosas compensaciones económicas, en lo que se conocerá como "Tratado de las Tercerías". A éste acuerdo se unirá el de "Sabugal" suscrito por Fernando III y Sancho II de Portugal. Ambos monarcas desean ciertamente vivir en paz especialmente porque la Reconquista no ha hecho más que comenzar. En diciembre de 1232, Fernando III, asegurado su dominio sobre León, concentra sus tropas en Toledo. Antes de que concluya el año, Trujillo, está en sus manos. Los años siguientes constituyen una secuencia ininterrumpida de victorias. En 1233, las tropas castellanos reconquistan Montiel y Baza. En 1235, Medellín, Alange, Magacela y Santa Cruz. La estrategia castellana no puede ser más acertada militarmente: encerrar Sevilla en medio de dos ofensivas paralelas que surcan Extremadura y la cuenca del Guadalquivir. En enero de 1236 tiene lugar un acontecimiento de radical importancia. Se hallan reunidas las cortes de Burgos cuando llegan inesperadas noticias de que las fuerzas castellanas se han apoderado por sorpresa del arrabal cordobés conocido como La Ajarquía. El 7 de febrero, el propio Fernando III se halla en el campo de batalla y el 29 de junio, Córdoba, la ciudad que en otro tiempo había sido capital del califato es reconquistada. Resulta difícil magnificar el enorme impacto moral que causa en el Islam la pérdida de Córdoba. También para los cristianos encierra un simbolismo obvio. De Córdoba habían partido las expediciones que los habían esclavizado y saqueado durante generaciones. También se habían originado allí las terribles campañas de Almanzor tan sólo comprensibles desde la óptica de la yihad. Ahora Fernando III considera llegado el momento de realizar un acto de innegable justicia histórica y así ordena la devolución de las campanas compostelanas robadas por Almanzor en el año 998. Igual que en el pasado, viajarán a hombros de cautivos pero esta vez rumbo a sus legítimos propietarios. En 1237 vuelve a contraer matrimonio con Juana de Ponthieu y, por enfermedad suya, el principe Alfonso (luego Alfonso X) ocupa el reino de Murcia, que se había hecho vasallo de Castilla, y se apodera de Lorca y Mula, que se le resistieron (1244). Este mismo año firma con Jaime I de Aragón el "Tratado de Almizra", por el que se fija el límite de la expansión aragonesa hacia el sur. Restablecido Fernando, llego hasta la vega de Granada, se apodera de Jaén (1246), del reino granadino, cuyo soberano Mohamed Alhamar el viejo se hace tributario suyo, y hasta le ayuda a conquistar otros territorios musulmanes. Este mismo año muere doña Berenguela, su madre, y principal artífice de sus éxitos. Prosigue sus avances por el valle del Guadalquivir, se apodera de Carmona (1247) y pone sitio a Sevilla, a la que cerca por tierra y por el río, mediante una escuadra mandada por Ramón Bonifaz, que, vence a la flota musulmana y, penetrando por el Guadalquivir, corta la comunicación entre Sevilla y Triana, capitulando Sevilla en noviembre de 1248, después de un largo asedio. Una de las condiciones de la capitulación es que la ciudad se entregue vacía de musulmanes. A la caída de Sevila siguen la de otras importantes poblaciones, como Arcos, Medina-Sidonia, Sanlúcar, Jerez y Cádiz, con lo que sólo les queda a los musulmanes el reino de Granada, tributario de Castilla. Desgraciadamente, le sobreviene la muerte el 30 de Mayo del año 1252, cuando proyectaba una expedición a Marruecos, donde los benimerines se han adueñado del poder, deponiendo a la dinastía Almohade (1252). En el plano culturar, favoreció con privilegios y exenciones al Estudio general de Salamanca (1242), por lo que se le considera como fundador de aquella Universidad; comenzó las catedrales de Burgos (1217) y Toledo (1227), de estilo gótico; se empezó a usar en los documentos el romance leonés-castellano, en substitución del latín; mandó traducir al castellano el Fuero Juzgo; abrigó el proyecto que llevó a cabo su hijo, de unificar y refundir toda la legislación, y reunió Cortes por primera vez en Castilla (1250). Fue una de las más grandes figuras de la Edad Media y el que dió mayor avance a la empresa de la Reconquista; conceptuado como santo por su vida ejemplar, fue canonizado en 1671 por el Papa Clemente X, y su fiesta se celebra el 30 de Mayo, día en que murió. Sus restos, se veneran en la catedral de Sevilla, con elogioso epitafio en latín, castellano, árabe y hebreo, que reza como sigue: ..."Aquí yace el Rey muy honrado Don Fernando, señor de Castiella é de Toledo, de León, de Galicia, de Sevilla, de Córdoba, de Murcia é de Jaén, el que conquistó toda España, el más leal, é el más verdadero, é el más franco, é el más esforzado, é el más apuesto, é el más granado, é el más sofrido, é el más omildoso, é el que más temie a Dios, é el que más le facía servicio, é el que quebrantó é destruyó á todos sus enemigos, é el que alzó y ondró á todos sus amigos, é conquistó la Cibdad de Sevilla, que es cabeza de toda España, é passos hi en el postrimero día de Mayo, en la era de mil et CC et noventa años..."

Ventana con vistas


Os presento nuestra pequeña venta al mundo, tiene multitud de fallos y de carencias pero por algo se empieza. Espero que entre todos consigamos que la asociación se haga un hueco, de momento, en los ordenadores de familiares y de amigos , y después... Dios dirá.