Fernando III el Santo, Padre de Andalucía

Miniatura del rey don Fernando III de Castilla y León. Proviene del manuscrito del Índice de los Privilegios reales. S. XIII. Conservado en la iglesia catedral de Santiago de Compostela.


Los amigos del blog "Barataria Tradicionalista" nos comunican que han impulsado una iniciativa a la que nos adherimos desde las tierras palentinas. Creemos que, además, es una gran oportunidad para felicitar a todos los andaluces en su día. Este es el manifiesto que han redactado y que nuestra Asociación suscribe:


28-F, CON “EFE” DE FERNANDO
Nosotros, andaluces de las actuales provincias de Andalucía, orgullosos de nuestra tierra, de nuestra identidad y de nuestras raíces amamos a nuestra Patria y queremos celebrar nuestro Día de Andalucía ofreciendo este manifiesto a todas las asociaciones, de la naturaleza que sean (juveniles, culturales, deportivas, sociales, y cualquier otro tipo de colectivos establecidos en nuestra comunidad autónoma, etcétera…), con la sola condición de que sean asociaciones que arraiguen en Andalucía, para que las mismas puedan adherirse a este Manifiesto desde el momento en que lo hacemos público y sin que se clausure bajo ningún plazo establecido.

Redactamos este Manifiesto para expresar pública, libre y voluntariamente que:
1º. Reconocemos como Padre de Andalucía a Fernando III “el Santo”, Rey de Castilla, Toledo, León, Galicia, Sevilla, Córdoba, Murcia, Jaén.
Siéndolo, en primer lugar, por las cualidades humanas que concurrieron en su personalidad histórica, reconocidas por sus vasallos y enemigos; pues, tal y como reza su epitafio, Fernando III el Santo fue “el más leal, el más verdadero, el más franco, el más esforzado, el más apuesto, el más granado, el más sufrido, el más humilde”. En segundo lugar, es Padre de Andalucía por la proyección histórica de su labor reconquistadora, incuestionable causa de nuestra actual Andalucía (progenitor inmediato de los Reinos de Jaén, Córdoba y Sevilla cuando los reconquistó por su propio brazo; ancestro mediato del resto de provincias hermanas que si no lo tienen como Padre, bien lo podrían tener como Abuelo). La paternidad histórica de Fernando III el Santo no puede rechazarse por ningún andaluz bien nacido; sólo un ignorante podría abjurar de su verdadero origen.
2º. Bajo la égida de la regia figura de Fernando III el Santo fueron felizmente reintegrados a España los territorios españoles que sufrieron siglos de infeliz y terrible esclavitud, sometidos a una cultura extraña y fanática, brutal e invasora que reconocemos como hostil a nuestras libertades y ajena a nuestro propio ser andaluces.
3º. Por las felices victorias del Rey Fernando III se establecieron en nuestro amado suelo patrio nuestros antepasados; solar que les fue arrebatado mediante una invasión: por la fuerza bruta, cruel y sanguinaria, y por la traición de algunos. Siglos y siglos de tinieblas fueron los que sufrió Andalucía, bajo un poder extraño que la sumergió en la noche más lóbrega y sórdida de la barbarie. Fernando III trajo la luz.
4º. Nos vemos forzados a reclamar la paternidad histórica de Fernando III el Santo, tras haber sido puesta en cuestión por nuestro Parlamento de Andalucía cuando, en 1983, impuso -en el Preámbulo del Estatuto de Autonomía para Andalucía- como “Padre” de la misma a un personaje partidista, que ni representa ni puede representar legítimamente a la totalidad del pueblo andaluz, por mucho que sus partidarios le presupongan una paternidad que dicho personaje –cuyo nombre silenciamos a propósito- no puede tener.
5º. Reclamamos que las autoridades políticas de la Comunidad Autónoma Andaluza reconozcan a Fernando III el Santo como indiscutible y exclusivo Padre de Andalucía. Será así como podrán suturar el abismo que la clase política abrió entre ella y el auténtico pueblo andaluz que dice representar. Para que la distancia que cada vez separa más a la clase política del pensar, el querer y el sentir del pueblo no se agrande más.
Y, para que ello surta efecto, suscribimos este manifiesto, el cual se hará público todos los 28 de Febrero, Día de Andalucía, para que todos los 28 de Febrero, éste como los que estén por venir, se escriban con “F” de Fernando, y no con “F” de Falso.

La Espada Lobera: "Ultra-Católicos"

Ultra-Católicos

Desde que Don José Ignacio Munilla fue nombrado obispo de San Sebastián, una coletilla es machaconamente repetida por los recalcitrantes voceros de algunos medios de comunicación. Ultra-Católico, comenta uno por allí, Ultra-Católico, responde el otro por allá. Y todos nos vamos acostumbrando a este tipo de injurias con la misma facilidad con que aceptamos como algo normal la violencia, el vicio ó la nula educación tan asentada y consentida en nuestra sociedad, y a la que tanto contribuyen esos mismos medios de comunicación a los que tanto les molesta la coherencia de los católicos. Desgraciadamente, la mayor parte de la sociedad acepta resignada estos nuevos hábitos en pos de no molestar y ser “buenos ciudadanos”.

Evidentemente, el adjetivo “Ultra-Católico”, no se ha utilizado por primera vez para definir a Don José Ignacio, pero nos sirve para reflexionar sobre la manipulación de las palabras con que nos deleitan constantemente estos presuntos expertos en “todo”.

Definamos pues la expresión “Ultra-Católico”; En principio, el término "ultra" se queda un tanto cojo si no se le añade el adverbio "plus" (en castellano más), que junto a "ultra" significaría “más allá”, pues se supone que quieren decir, más allá que católico. Por otro lado, la expresión “ultra”, es de imaginar que la tomarán como peyorativa, pues la asociarán con el tradicional lema hispánico instaurado por los Reyes Católicos para definir la nueva situación allende de nuestras fronteras creada a partir de la expansión española en los siglos XV y XVI. Expresión que el propio Carlos V utilizó como lema propio en su condición de Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico.

Católico a su vez como todos sabemos proviene del griego καθολικός , y significa universal, que es lo que la Iglesia Romana propone desde sus orígenes, la evangelización universal.

Dicho esto, cabría preguntarse, ¿Cómo se puede estar más allá de la universalidad que nos propone la Iglesia de Roma? Pues evidentemente, no se puede. Si se está dentro de Roma, no se puede. Y es que en el fondo de la cuestión está la sempiterna crítica negativa a la Iglesia Católica como símbolo incuestionable de la Tradición europea. Y por eso nos quieren hacer creer que el Santo Padre es Ultra-Católico, la Curia Cardenalicia es Ultra-Católica, la Conferencia Episcopal es Ultra-Católica, y todos aquellos sacerdotes, monjes y laicos que se mantienen fieles a la Doctrina Católica, son Ultra-Católicos.

Por lo tanto, hay que entender según nos proponen las teorías progresistas, que para ser un buen católico, quizá debemos serlo a la manera de la Iglesia Nacional China, pues parece ser el mensaje que intentan trasladarnos algunos de esos políticos progres que tratan de convencernos de que los buenos católicos son ellos, y no nuestros obispos. O quizá debemos entregarnos al “buenismo” y la falsa piedad que tantos estragos causó ya en décadas felizmente pasadas bajo el ideal de la teología de la liberación.

Lo cierto, es que esta gente que define a los católicos coherentes como “ultras”, son los mismos que aplauden el abominable crimen del aborto, son los mismos que defienden los desafueros de la mal llamada “Iglesia vasca”, y por supuesto son los mismos que se callan ante los abusos que cometen otras religiones.

Cuando se descalifica al Catolicismo, se descalifica a España. Y es que España cuando ha sido fiel a si misma, y ser Católica es su principal fidelidad histórica, ha sido un país unido, fuerte y justo. Por el contrario, cuando nos empeñamos en autodestruir (en eso somos los mejores) todo lo bueno que nuestros antepasados nos legaron, nos convertimos en una tierra desunida, yerma e injusta.
Luis Carlón Sjövall - A.C.T. Fernando III el Santo.
Columna publicada en el periódico "Palencia Siete" en la página 8 el 12 de febrero de 2010.



De la Nobleza y la Lealtad (Capítulo III)

Que el rey, o regidor del reino debe seer de la sangre real


«Primeramiente dijeron estos sabios, que fuese de sangre real: por cuanto non sería cosa complidera nin razonable que el menor rigiesse al mayor, nin el siervo al sennor. Et más razón es quel grado dependa de la persona, que la persona del grado. Et cualquier que ha de regir reino, requiere a su sennoría que sea de mayor linaje e de mayor estado que los que han de ser por él regidos: porque a cada uno non sea grave de rescebir pena o galardón por el bien o mal que feciere, e non aya a menguar los súbditos a su regidor de seer regidos, e castigados por él, nin de ir so su voluntat cuando cumpliere.»

De la Nobleza y la Lealtad (Capítulo II)

De lo que los sabios dicen de la Cobdicia



«Desque ovieron fablado de Lealtanza, dijeron de Cobdicia. Et dijo el primero sabio: Cobdicia es cosa infernal, morada de avaricia, cimiento de soberbia, árbol de lujuria, movimiento de invidia. El segundo sabio dijo: Cobdicia es sepultura de vertudes, pensamiento de vanidad. El tercero sabio dijo: Cobdicia es camino de dolor, e sementera de arenal. El cuarto sabio dijo: Cobdicia es apartamiento de placer, e vasca de corazón. El quinto sabio dijo: Cobdicia es camino de dolor, es árbol sin fruto, e casa sin cimiento. El sexto sabio dijo: Cobdicia es dolencia sin melecina. El seteno sabio dijo: Cobdicia es voluntat non saciable, pozo de abismo. El octavo sabio dijo: Cobdicia es fallescimiento de seso, juicio corrompido, e rama seca. El noveno sabio dijo: Cobdicia es fuente sin agua, e no sin vado. El décimo sabio dijo: Cobdicia es compannia del diablo, e raíz de todas maldades. El onceno sabio dijo: Cobdicia es camino de desesperación, e cercanía de la muerte. El doceno sabio dijo: Cobdicia es sennoría flaca, placer con pesar, vida con muerte, amor sin esperanza, espejo sin lumbre, fuego de pajas, cama de tristeza, rebatamiento de voluntat, deseo prolongado, aborrecimiento de los sabios.»

De la Nobleza y la Lealtad (Capítulo I)

De las cosas que los sabios dicen, e declaran de la Lealtanza



Comenzaron sus dichos estos sabios, de los cuales eran algunos dellos grandes filósofos, e otros dellos de santa vida. Et dijo el primero sabio dellos: Lealtanza es muro firme, e ensalzamiento de ganancia. El segundo sabio dijo: Lealtanza es morada para siempre, e fermosa nombradía. El tercero sabio dijo: Lealtanza es árbol fuerte, e que las ramas dan en el cielo, e las raíces en los abismos. El cuarto sabio dijo: Lealtanza es prado fermoso, e verdura sin sequedad. El quinto sabio dijo: Lealtanza es espacio de corazón, e nobleza de voluntat. El sexto sabio dijo: Lealtanza es vida segura, e muerte honrada. El seteno sabio dijo: Lealtanza es vergel de los sabios, e sepultura de los malos. El octavo sabio dijo: Lealtanza es madre de las vertudes, e fortaleza non corrompida. El noveno sabio dijo: Lealtanza es fermosa armadura, e alegría de corazón, e consolación de pobreza. El décimo sabio dijo: Lealtanza es sennora de las conquistas, e madre de los secretos, e conformación de buenos juicios. El onceno sabio dijo: Lealtanza es camino de paraíso, e vía de los nobles, e espejo de la fidalguía. El doceno sabio dijo: Lealtanza es movimiento espiritual, loor mundanal, arca de durable tesoro, apuramiento de nobleza, raíz de bondad, destruimiento de maldad, perfición de seso, juicio fermoso, secredo limpio, vergel de muchas flores libro de todas sciencias, cámara de cavallería.»

La Espada Lobera: "La Guerra de la Oreja de Jenkins"

LA GUERRA DE LA OREJA DE JENKINS

“Ve y dile a tu rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve”, le espetó el capitán español Julio León Fandiño al pirata inglés Robert Jenkins, tras apresar su nave, atarle a un mástil y cortarle una oreja en 1731. Y es que aquel suceso, más humillante que físicamente doloroso para el inglés, provocó una guerra que la historiografía inglesa denominó la “Guerra de la oreja de Jenkins”.

Conviene que nos situemos mentalmente en el principio del siglo XVIII, y nos pongamos en el lugar de un puñado de hombres que se embarcaban desde niños y que no conocían más familia que la tripulación que convivía con ellos las veinticuatro horas del día. Estos soldados curtidos en mil batallas, de valor ronco forjado a pólvora y sangre, eran enviados a la otra punta del mundo para defender la integridad del decadente Imperio Español. Un Imperio hostigado a diario por corsarios y contrabandistas ingleses, holandeses, y franceses.

Entre 1713 y 1731 se ha contabilizado que estos marinos españoles que ejercían de guardacostas en las Indias, llegaron a capturar a 180 mercantes ingleses dedicados al contrabando. Es fácil presumir la indignación que sufrirían en Londres los jerarcas del comercio marítimo inglés. Y dado que el ladrón cree que todos son de su condición, algún empleado de la “Compañía de los Mares del Sur” llegó a definir a dichos guardacostas españoles como “los más abominables ladrones de la humanidad”.

La situación, complicada de por sí, se enquistó aún más al producirse el encontronazo entre Jenkins y Fandiño. Cuentan las crónicas parlamentarias que el pirata se presentó en la Cámara de los Comunes oreja en mano para contar lo acaecido. Tras la comparecencia del corsario, se escondía una maniobra de la oposición dirigida a derribar al gobierno del Primer Ministro Walpole, que fue sometido a demoledoras presiones. Pese a que el Premier manifestó que la contienda era “injusta y deshonrosa”, al final no dudó en esconder la cabeza declarando la guerra a España.

Y es aquí donde cobra protagonismo uno de los más legendarios guerreros españoles: Blas de Lezo. Apodado “Patapalo” o “Mediohombre”, por sus numerosas heridas de guerra, tuvo su primera actuación heróica en la batalla naval de Velez-Málaga, donde perdió una pierna. Al recuperarse, continuó navegando por el Mediterráneo donde apresó numerosas naves inglesas.

Al ser elevado al empleo de teniente de guardacostas, es enviado al puerto de Rochefort, donde consigue con su valentía e ingenio hacer entrar en pánico a los ingleses que le superaban notablemente en fuerzas y potencia de fuego. Su destreza en los abordajes y en la lucha cuerpo a cuerpo hicieron que sus ascensos fuesen sucediéndose con presteza. A los 25 años estaba tuerto, manco y cojo, pero con más ganas que nunca de continuar con sus difíciles misiones.

En 1734, el Rey lo nombró teniente general de la Armada y fue destinado a Cartagena de Indias como comandante general de la plaza. Fue entonces cuando se produjo el encontronazo entre Jenkins y el capitán Fandiño. Como respuesta, el gobierno inglés envió al almirante Vernon que saqueó sin ninguna dificultad la plaza de Portobelo, en Panamá. El éxito envalentonó al inglés que desafió públicamente a Blas de Lezo, a lo que este contestó con la seca impavidez de un guerrero español: “si hubiera estado yo en Portobelo, no hubiera su Merced insultado impunemente las plazas del Rey mi Señor, porque el ánimo que faltó a los de Portobelo me hubiera sobrado para contener su cobardía”.

Pocas jornadas después, la flota inglesa –la agrupación de barcos de guerra más grande de la historia, después de la que atacó Normandía en la Segunda Guerra Mundial- puso rumbo a Cartagena de Indias con intención de sitiarla. Allí le esperaba el valiente vasco al mando de una reducida guarnición de 3.000 soldados. La plaza parecía perdida de antemano si tenemos en consideración la inferioridad frente a los ingleses que pensaban atacar con un contingente de 23.600 hombres y 2.000 cañones armados en 186 buques de guerra. No obstante Blas de Lezo contaba con su gran capacidad estratégica y su experiencia de 22 batallas. Además, su indoblegable valentía hizo que se consiguiese el milagro aplastando sin compasión a la escuadra invasora. El almirante Vernon, humillado, no tuvo más remedio que retirarse con su maltrecha armada maldiciendo a Lezo en la lejanía. Se le habían quitado las ganas de volver a retar a un español que defendía los intereses de su patria.

Ricardo Botín - A.C.T. Fernando III el Santo

Columna publicada en el "Palencia Siete" el día 29 de enero de 2010 en la página 8.

Viaje a Segovia

Aprovechando la festividad de “Nuestra Señora de la Calle”, la A.C.T Fernando III el Santo pasó el día dos de febrero una jornada de hermandad en Segovia.
Durante la jornada se pudo disfrutar de algunas de las maravillas que la capital castellana enseña con gusto al viajero. De todas ellas, fue una grata sorpresa descubrir el tesoro mudéjar que guarda en su interior el Convento de San Antonio el Real, fundado en 1455 por el rey Enrique IV, como monasterio franciscano, y que pasó a las hermanas “Clarisas” en 1485 bajo el reinado de Isabel la Católica.
No menos emocionante, por más que sea sobradamente conocido, fue la visita al Alcázar segoviano. Pues es una de esas joyas que salpican la geografía española, como símbolo poderoso de nuestro pasado.


Varios miembros de la Asociación delante del Alcázar


Trono de los Reyes Católicos en el Alcázar


Esculturas de Doña Berenguela y de San Fernando en el llamado salón de los Reyes de Castilla en el Alcázar