Espada Lobera, "Carlos V en Palencia"



Poco se sabe en Palencia de la relación que mantuvo el Emperador Carlos V con nuestra provincia, lo cual es verdaderamente lamentable. Pues ningún otro Rey de España (no meto a los reyes de Castilla, León o Navarra) tuvo tanta, y tan buena relación con nuestra tierra como la que tuvo el César.

Y menos aún se conocen las extraordinarias decisiones que en nuestra tierra tomó el Emperador (parecía que Palencia le ayudaba a fortalecer sus convicciones). Aquí también encontró el César a los más fieles castellanos, como Don Pedro Girón, que en la lucha frente a los desbocados comuneros fue fundamental.
Cuatro fueron las ocasiones en la agitada vida del César, que su Corte se detuvo en Palencia, y cada una de ellas diferente, pues si en la primera Don Carlos era apenas un endeble joven de diecisiete años, las otras tres dejaron ver a un Rey que en está tierra se sentía como en ninguna.
Por lo tanto vamos a recordar los momentos de encuentro del César con nuestra tierra:

PRIMERA ESTANCIA EN PALENCIA

Pisa tierras palentinas por primera vez Carlos de Gante, futuro Emperador Carlos V, en el año 1517. Acaba de desembarcar en la costa santanderina después de pésima travesía; venía a España para posesionarse de las Coronas de Castilla y Aragón. Pero antes de nada quería comprobar él mismo si su madre, Doña Juana, realmente estaba incapacitada para ocupar los tronos ibéricos que, en derecho, preferentemente a ella correspondían. Doña Juana moraba en Tordesillas. Y camino de Tordesillas, raudamente, pasó Carlos por zonas pertenecientes a la provincia de Palencia, inexplicablemente siguiendo una ruta poco frecuentada y de penoso tránsito. El itinerario fue éste: procedente de Reinosa, el 22 de octubre de 1517, por Nestar, llegó a Aguilar de Campoo, donde permaneció cuatro días. A las puertas le recibieron el Obispo de Burgos, además de señores, prelados, y gentileshombres, los cuales viéronle entrar Caballero y, al parecer, realizando maravillas ecuestres. Sirvieron en Aguilar de alojamiento a Don Carlos y a su hermana Doña Leonor, el mercado, y el palacio del Marqués titular. Desde Aguilar, Don Carlos fue a postrarse ante el Cristo de una ermita próxima; pasó el 27 a Herrera, donde se alojo en la mansión del Señor de la villa, que era muy confortable, y sobre todo, excelentemente situada; y de aquí el 29 a Abia de las Torres, donde moró en una estancia pobre e incómoda; el 30 pernoctó en Revenga, donde dicen los cronistas que Don Carlos tuvo una grata estancia en una casa de campo rodeada de foso de agua; y el 31 entró en Becerril, donde le esperaban el Obispo de Palencia, Don Juan de Velasco, y el Condestable de Castilla, Don Iñigo de Velasco. En Becerril el día de todos los Santos hizo Carlos cantar la misa y oficios divinos propios de la festividad, por la mañana, y en su hora asistió a vísperas y vigilia de difuntos; el 2 de noviembre reanudó la marcha, arribando a Ampudia, donde se alojó en el castillo del Conde de Salvatierra, según los cronistas flamencos Don Carlos se mantuvo despierto hasta altas horas de la madrugada contemplando la noche castellana; finalmente el 3 de noviembre salió de Palencia rumbo a Tordesillas.

SEGUNDA ESTANCIA EN PALENCIA

Mientras en Castilla ardía el incendio comunero, Carlos V estaba ausente de España. Había ido a Alemania para ser proclamado Emperador, y a la vez para ver de reducir a la obediencia de la Iglesia a un fraile rebelde llamado Martín Lucero. No estuvo largo tiempo fuera de España. El 16 de Julio de 1522 llegaba de vuelta a costas asturianas. Y el 30 entraba en Aguilar de Campoo, de donde por Herrera de Pisuerga, Melgar de Fernamental y Amusco, cazando y holgando según señalan las crónicas, arribó a Palencia. En nuestra ciudad fijó su residencia entre el 5 y el 26 de Agosto de 1522. La “Cancillería Cesárea” despachó y dató aquí una serie de documentos. Y asimismo en Palencia decretó una medida esperada con ansiedad en Castilla: la suerte de los responsables del motín comunero, definitivamente vencido en Villamar. Carlos V, rebosante de magnanimidad, de entre los miles, si no millones, de encartados, sobre la mayoría de los cuales pesaba sentencia condenatoria, sólo permitió que fuesen degollados diez o doce; respecto a los demás, de momento guardó completa reserva; pero los interesados debieron exhalar un profundo respiro, persuadidos de que el perdón no se haría esperar. La ponderosa justicia hecha a los comuneros quebró el recelo con que parte de los castellanos miraban al nuevo soberano y su idea Imperial. No cabe duda, que la radical variación de mutuas relaciones entre Carlos V y España, o por mejor decir entre Carlos V y Castilla, pasan por los veinte días de Agosto de 1522 que la Corte estuvo en Palencia. Entonces se inicia un doble proceso, rico en consecuencias para la Historia Universal: la incondicional adhesión de Castilla a los proyectos imperiales de Carlos V de una parte, y de otra, la hispanización del propio Carlos V.

TERCERA ESTANCIA EN PALENCIA

En el año 1.527, el César se encontraba en Valladolid, donde acababa de nacer su primogénito, bautizado con el nombre de Felipe.
En Valladolid, la peste estaba causando estragos, y Carlos V decidió ponerse a salvo con su mujer y su hijo en la saneada Palencia. El 27 de agosto de 1.527 penetraba la Imperial comitiva en nuestra ciudad, donde sólo se dio acceso, del séquito, a los indispensables; al Consejo Secreto y a pocos más. El resto se dispersó por los alrededores. Los embajadores extranjeros fueron residenciados en Paredes. Algunos ministros en Becerril; otros en Dueñas; unos terceros en Torquemada. La Cancillería, finalmente, se fijó en Cubillas de Cerrato.
Europa esperaba impaciente un gesto heroico de Carlos V en aquella crisis de la Historia Universal (la guerra contra el protestantismo estaba a punto de explotar, y el 27 de mayo se produjo la “saca” de Roma por las tropas Imperiales). Se susurraba por doquier que el Emperador, prolongando indefinidamente la ocupación de los Estados de la Iglesia, iba a acabar con el Señorío temporal pontificio y a promulgar un arbitrio, mitad católico, mitad protestante, con el intento de soldar la escisión confesional de la Cristiandad. Se rumoreaba también que el Emperador, detentando facultades apostólicas, iba a convocar un Concilio ecuménico. El Occidente pendía de lo que maduraba aquí, en Palencia. Y en Palencia, en efecto, se estaba librando una contienda sorda, pero trascendental. Los consejeros de Carlos V, divididos en dos bandos, pugnaban en estos instantes cruciales por imponer sus encontrados pareceres y obstaculizar los adversos. No caben dudas de que Palencia, iluminó en sus decisiones al Emperador.
Volvamos a la estancia en sí, del César en Palencia, Pues esta duró desde el mencionado anteriormente 27 de agosto, hasta el 10 de octubre. No hay datos concluyentes de en que lugar de la capital palentina se alojó el Emperador durante su estancia, pero sí sabemos que aproximadamente entre el 9 y el 16 de septiembre estuvo en el “Mont del Rey”, para posteriormente pasar por Villaviudas y Villamediana en su camino hacía Burgos.
Por lo tanto, en esta estancia trascendental para el futuro de la Cristiandad, tenemos que suponer que el Emperador, a diferencia de lo que cuentan las "leyendas populares", no estuvo en Palencia solo “holgando”, sino más bien meditando sobre como habría de enfrentarse a los graves problemas que el futuro cercano depararía.

CUARTA ESTANCIA EN PALENCIA

No volvió el Emperador a Palencia hasta 1534, en que huyendo de otra epidemia que azotaba a Valladolid, buscaba, igual que siete años antes, un refugio salubre y apacible. En el lapso transcurrido ¡cuantos cambios no habría experimentado el séquito imperial y el mundo todo!
Los palentinos que recordaban las tiranteces y acritudes ministeriales de 1527, contemplaban sorprendidos la normalidad con la que se desenvolvía la corte cesárea en 1534. Carlos V, mandaba y sus áulicos, sin rechistar, obedecían. El Emperador estaba resuelto a que Europa no se convirtiese para siempre en un conglomerado de estados nacionales o territoriales, con fronteras infranqueables y objetivos independientes, sino que por el contrario, volviera a ser un conjunto coordinado bajo la casa de Habsburgo. Estaba resuelto también Carlos V a restaurar en Europa la unidad confesional, y ello no con un criterio laxo o ecléctico, sino en aras de la estricta ecumenicidad católica y bajo los auspicios invariables del sucesor de San pedro.
Cuando en 1534 Carlos V, alcanzó nuestra ciudad el 27 de julio, estaba convencido de que únicamente los tercios españoles y los espíritus cruzados de los castellanos, serían capaces de imponer su ley política y religiosa en Europa. Por eso, durante los setenta días que en Palencia se retuvo, junto con la Emperatriz Isabel y los infantes, horró de negocios para impedir perniciosos contagios, y únicamente se ocupó de captar castellanos para su Imperial causa. Para hacer ver a estos que no olvidaba el afán de Cruzada latente en los pechos Hispanos, estaba proyectando una Cruzada contra el Islam en Túnez. Y tan sólo con ese fin, llamaba al Consejo Secreto, que con el Real de las Indias y la Suprema y General Inquisición, estaba en Dueñas, o pedía informes al Consejo de Hacienda o a los contadores reales, que se hallaban en Becerril, o citaba a algunos de los diplomáticos que se encontraban en Paredes.
Estando en Palencia se alojaba la Imperial familia en la morada señorial de la ciudad, que daba a la plaza Mayor; y ahí, en la plaza mayor, dicha entonces “del Azafranal”, repetidamente se hicieron juegos de cañas y se alancearon toros. Carlos V, gustoso de complacer a los palentinos, se dignó clavar personalmente algunos rejones. Y el 24 de septiembre tomó parte en el abigarrado y brillante torneo que se corrió en la floresta de Don Diego de Osorio; esto es, en lo que hoy se llama “la Isla”, entre el cuérnago y el brazo principal del Carrión.
Una vez más parecía que el Emperador encontraba en Palencia el lugar donde poder meditar y reponer fuerzas junto a sus fieles, para volver de nuevo fortalecido al campo de batalla Cruzado en que las vicisitudes de su época convirtieron al Sacro Imperio.
En la primera decena de octubre de 1534, el Emperador Carlos V dejaba Palencia, y por Cigales, Portillo y Torrelodenes, se encaminaba a Madrid.

QUINTA, Y ÚLTIMA ESTANCIA EN PALENCIA

A comienzos de 1556, el Emperador abdicó en Bruselas en su hijo Felipe II. Cansado de tantos sinsabores el Emperador emprendió una última marcha hacia su retiro en Yuste.
En su viaje de regreso a España, llegó a Laredo el 28 de septiembre, Y de Laredo por Burgos, pasó por Palencia ; concretamente su ruta pasó por Palenzuela, Torquemada y Dueñas, respectivamente los días 17, 18 y 19 de noviembre.
Es una conjetura, pero se podría pensar que Don Carlos en este su último paso por Palencia, recordaría con nostálgica gratitud a la provincia que en dos ocasiones, en 1534 y 1527, sirvió de asilo, puro de aires, al niño que a la sazón, hombre ya, Felipe II, era la esperanza de su prematura y desilusionada vejez, la ciudad en la que en 1522, con la liquidación del pleito comunero, entró en entrañable contacto con el pueblo generoso y caballeroso. Y en cuyo solar, sino pudo elegir el lugar de su nacimiento, siempre buscó en él un lugar donde preparar su alma para su futuro encuentro con el altísimo.

2/03/2011
Luis Carlón Sjovall
A.C.T. Fernando III el Santo

4 comentarios:

Juan dijo...

Pero que buen artículo, verdaderamente emocionante... especialmente la narración de su estancia en el Monte del Rey y la trascendental decisión que allí meditó. Chapó Luis

Juan dijo...

Muy completo resumen y supongo que absolutamente desconocido para la gran mayoría de palentinos. Muchas gracias.

Unknown dijo...

Desearia saber en que casa pernoctó Carlos V el 1 y 2 deNoviembre de 1517.Muchas gracias

Unknown dijo...

desearía saber en que casa de Becerril de Campos pernoctó Carlos v el 1 y 2 de Noviembre de 1517.Muchas gracias.